Abonos orgánicos

La producción de alimentos  orgánicos implica un máximo cuidado de los medios con los que se trabaja desde el comienzo. Desde el suelo hasta el último proceso realizado al producto para que sea comercializado deben tener características específicas.

Ya sea para la producción de verduras, vinos, tés o como alimento del ganado, el suelo debe ser tratado con sumo cuidado, respetando al medio ambiente y evitando los productos perjudiciales para la salud. El abono orgánico es utilizado en la agricultura orgánica suplantando a los productos químicos que hoy en día se utilizan en forma habitual. Se trata de un fertilizante “natural”, proveniente de restos vegetales o animales. Aún se discute la repercusión que el uso de fertilizantes químicos tiene en la salud humana pero lo que sí sabemos es que utilizar productos no orgánicos degradan la vida del suelo, y requieren un alto costo energético para su producción y traslado.

Los abonos orgánicos pueden ser de distinto tipo, algunos de ellos son de efecto rápido como las cenizas o la orina y otros de efecto lento como el estiércol y el compost, o pueden combinarse ambos efectos.

Este tipo de fertilizantes puede provenir de excremento de animales (purines, estiércol, guanos de murciélago y de ave), de orines, de compost (descomposición de basura orgánica), humus de lombriz (materia de origen orgánico que descomponen las lombrices), cenizas orgánicas (huesos de frutas, maderas, etc.), resaca de río, lodos de depuradora, abono verde, producto de las plantas de legumbres que se cortan y dejan descomponerse la planta en el lugar.
Algunos de estos abonos son muy difíciles de obtener, como el de orines, y muchas veces se desconoce si poseen algún elemento contaminante, por lo que deben utilizarse en muy baja dosis y en lugares determinados.

Para optimizar los resultados, se pueden recurrir a otras técnicas que no se denominan fertilización pero ayudan a aumentar la fertilidad del suelo. Algunas de ellas son los cultivos combinados, en donde se eligen plantas que por sus propiedades se ayudan mutuamente en el desarrollo, la inoculación con micorrizas u otros microbios que en general se da de forma espontánea, estos microbios ayudan a las plantas a obtener los nutrientes del suelo, y dejar materia orgánica muerta, que funciona como un acolchado protegiendo del sol y manteniendo la humedad. Al descomponerse esta materia sirve de abono.

El uso de fertilizantes orgánicos permite aprovechar el material orgánico y residuos tales como plantas, frutas y verduras, excrementos, etc. Esto permite mejorar la capacidad de absorción de agua y fijar nutrientes al suelo.

La producción de fertilizantes orgánicos no requiere gasto de energía ya que se realizan de forma natural y en general es gratis, como un residuo de la propia explotación que se realice o por representar un problema para la explotación de otros. Al utilizarse cerca de su lugar de origen tampoco se producen gastos de transporte aunque algunos tipos de fertilizantes, como el guano de aves marinas de Sudamérica o de murciélago de Tailandia, requieren un transporte costoso.

Si los abonos orgánicos no son correctamente tratados pueden ser fuente de patógenos o provocar contaminación. Además, su uso debe ser controlado. Cuando se recurre a fertilizantes inorgánicos, en el mismo producto se indica la cantidad a utilizar según las necesidades del agricultor y las características del suelo.

En los últimos años el uso de abonos orgánicos ha crecido significativamente debido a la mayor demanda de alimentos orgánicos. Esta “nueva moda” representa una gran ayuda para el medio ambiente ya que se reduce el gasto energético y los residuos posteriores.

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