Cereales integrales, la mejor opción
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Las grandes empresas productoras de granos y cereales suelen refinar estas semillas para que duren más tiempo en los estantes y en las alacenas de los hogares. La gente considera que consumir este tipo de alimentos “pulidos” es beneficioso para la salud (así lo anuncian los cereales en sus cajas, aunque en realidad sólo sean una mezcla de harina blanca con azúcar y algunos elementos añadidos, que aislados no brindan ningún beneficio al cuerpo). En realidad, los cereales refinados han sido despojados de casi todos sus nutrientes, mismos que resultan esenciales para el buen funcionamiento del organismo.
El proceso de refinamiento consiste en despojar a la semilla de su cáscara, donde se concentran casi toda la fibra y los nutrientes del alimento, como proteínas, fibras, minerales y oligoelementos. Además, el azúcar de los cereales refinados no es fácilmente asimilado por el organismo, y termina por fermentarse en el aparato digestivo. A largo plazo, esto facilita el aumento de peso y el agotamiento del páncreas, lo que puede favorecer la aparición de diabetes.
De hecho, según un estudio realizado en la Universidad de Harvard, consumir arroz blanco puede aumentar el riesgo de padecer diabetes tipo 2, pues este grano refinado incrementa los niveles de azúcar en la sangre.
Los cereales completos ayudan al proceso digestivo (cuando falta fibra en el organismo, se produce el nada agradable estreñimiento). Previenen el cáncer, disminuyen la cantidad de glucosa y ácidos grasos en la sangre y permiten mantener un peso equilibrado (al producir sensación de saciedad en el cuerpo, lo que facilita reducir la porción de comida).
Los cereales integrales también aportan zinc, magnesio y vitaminas B y E, que son antioxidantes, y ayudan a prevenir enfermedades cardíacas.
Por si fuera poco, los carbohidratos de los cereales con cáscara proporcionan al cuerpo energía durante varias horas.
En resumen, la calidad alimenticia de los cereales integrales es muy superior a la de los refinados (comerciales).
Así que, ¿vamos a seguir creyendo en la publicidad de los cereales comerciales o vamos a consumir lo que realmente nos hace bien?
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